Hemos introducido las varitas de incienso en nuestra vida cotidiana. Como un elemento estético que evoca ambientes étnicos, con ciertos rasgos místicos, espirituales y hasta exotéricos. El hombre lleva usando el incienso desde tiempos inmemoriales por lo ancho y largo del planeta. Parece que su conexión con la cultura oriental es la que más nos ha impactado. Vamos a ver los usos tradicionales del incienso en algunas partes de Asia. Algunas de estas utilizaciones te van a sorprender.
Hace veinte años, encender una varita de incienso en una casa, sobre un quemador, era cosa de hippies y budistas. Hoy, este producto empaquetado en su sobrecito alargado de cartón es normal encontrarlo en bazares, tiendas de artículos para el hogar y hasta en supermercados.
Mi amiga Silvia enciende un cono de incienso dentro de una lamparita cada vez que organiza una cena en casa. Dice que lo hace para crear ambiente. Sin duda aporta un toque diferente. Como esas ensaladas de queso de cabra, frutos secos, rúcula y canónigos que coloca en el centro de la mesa. Nadie queda indiferente.
Silvia dice que ahora es fácil encontrar incienso en el mercado, pero es complicado comprarlo de calidad. Ella prefiere hacerlo en tiendas especializadas. Esos conos de incienso que ha prendido, que impregnan el ambiente con un olor dulzón, los ha comprado en Palacio de Incienso, una tienda de internet que se ha convertido en un referente en la compra de artículos rituales. Según mi amiga, ese incienso es el mismo que se emplea en Japón en algunas ceremonias religiosas.
El incienso está unido a la cultura oriental: India, China, Japón. En tradiciones que se remontan miles de años. Estos son algunos de sus usos.
Protección ante los insectos.
Dice el blog del Grupo Senzo que el incienso se popularizó en China durante la Dinastía Shang, entre el siglo XVI y X antes de Cristo. Su función no era otra que la de camuflar el mal olor y proteger las casas de los insectos.
En aquella época se estaban formando las grandes ciudades chinas. Grandes asentamientos humanos que combinaban la actividad agraria con el comercio. Las casas habitualmente tenían establos, donde además de animales domesticados proliferaban insectos. Por otro lado, había problemas en la evacuación de aguas fecales. El incienso se había convertido en un elemento indispensable para preservar la vida humana. En ocasiones, estos insectos transmitían enfermedades.
La costumbre de utilizar el incienso como medida de protección higiénica ya se usaba en el imperio Persa y posteriormente en la India. A medida que crecían las ciudades y se extendía la civilización, más aumentaba la demanda de incienso. Este producto fue tan importante que llegó a convertirse en un bien apreciado en el comercio y en un medio de cambio. Como las especias, la seda, el opio y los tejidos de algodón.
Conexión con el más allá.
Los egipcios, según cuenta el Diario Sanitario de Albacete, quemaban incienso en los funerales para preparar el cuerpo del difunto para su paso al mundo de los muertos. Según sus creencias, el espíritu del fallecido atravesaba un largo desierto hasta llegar a las puertas custodiadas por el dios Osiris, quien permitía su paso al juicio final, donde se decidiría el destino de su alma. Por lo visto, el incienso permitía que el alma del fallecido se desprendiera del cuerpo sin vida, para emprender un nuevo camino.
La función del incienso como puente entre el mundo de los muertos y los vivos se fue extendiendo por diferente partes de Asia. Así, era normal que en algunas zonas de China, las casas dispusieran de una pequeña capilla, separada de la vivienda, donde se levantaba un altar en honor a los difuntos de la familia.
A ese altar acudían los vivos para rendir homenaje a sus antepasados y encendían incienso para entrar en contacto con ellos. Lo hacían en un ritual privado cuando necesitaban consejo para afrontar una encrucijada o simplemente, necesitaban consuelo.
Se dice que el incienso proviene de Botswana. Una tierra ubicada entre Sudán y Etiopía. Los pueblos nativos de la zona ya lo utilizaban en el neolítico, es sus rituales funerarios. Los egipcios, embriagados por su aroma, hicieron una incursión en la zona durante el reinado de la reina Hatshepsut y robaron los árboles de los que se extraía la resina para plantarlos en su imperio. Luego, el incienso se fue extendiendo por Asia a través de la ruta de la seda.
Usos medicinales.
Desde los comienzos del Hinduismo, el incienso se utiliza como un paso previo en cualquier ritual de curación. Era la primera fase del Ayurveda. Un sistema de medicina tradicional india que se desarrolló en la antigüedad y que ha pervivido en gran medida hasta nuestros días. La Ayurveda se basa en el uso de remedios naturales y cambios de estilo de vida dirigidos a sanar a los enfermos.
Antes de iniciar cualquier ritual curativo, el chamán o curandero, pasaba una varita de incienso encendida unos centímetros por encima del cuerpo del enfermo. El incienso tiene propiedades desinfectantes y deja un ambiente agradable que genera un entorno adecuado para los auspicios del ritual.
El aroma del incienso relaja la mente y, en cierto modo, calma el dolor. Facilitando la receptividad del enfermo a las acciones curativas que a continuación se llevarán a cabo.
Gran parte de la filosofía hindú y, por extensión, de la budista, se basa en la conexión armónica de la mente y el cuerpo, y de estos dos con el entorno. El incienso crea una atmósfera que favorece alcanzar este propósito.
El incienso en los negocios.
En los comercios chinos, especialmente los situados en la ruta marítima de la seda, los comerciantes acostumbraban a encender incienso para atraer clientes a sus establecimientos y que permanecieran allí por más tiempo.
El incienso actuaba como un ambientador natural que camuflaba los olores de los productos y los efectos ambientales de la humedad. Como consecuencia de ello, los compradores husmeaban sin prisas por los bazares, ampliando sus ventas.
Tal es el efecto que tenía el incienso que los comerciantes chinos pensaban que atraía la abundancia. Esto les llevó a investigar diferentes olores como el clavo o el palo santo que creaba un ambiente agradable para la clientela.
Al mismo tiempo, ahuyentaba a los insectos, preservando por más tiempo artículos delicados como las telas y las maderas.
Aumenta la relajación.
En las prácticas espirituales hindús, en las que es frecuente cultivar la relajación de cuerpo y mente para alcanzar el equilibrio, se utilizaba con frecuencia el incienso. La resina de incienso en combustión se quema sin llegar a arder en el fuego. Libera un fino hilo de humo que sube hasta el techo, produciendo un efecto hipnótico. Al mismo tiempo, su olor agradable induce a la meditación.
Cuando surge el budismo, en el norte de la India, en las faldas de las montañas del Himalaya, el hinduismo ya llevaba vigente varios miles de años. El budismo integra varios elementos del hinduismo en una religión monoteísta. Uno de estos elementos es el incienso. Que pasa a estar presente como un artículo ceremonial en la mayoría de rituales religiosos budistas.
Pasó a ser tan importante para los seguidores de Buda, que durante siglos, solo los monjes elaboraban este producto. Extendiendo su fabricación allá donde la religión llegaba. Así, los monjes tibetanos fabricaban su propio incienso con hierbas molidas recogidas de la montaña, o en China y Japón, se empieza a fabricar varitas de bambú con resinas, cuando lo normal hasta entonces era elaborar incienso en polvo o apelmazado formando conos.
Para los budistas, el incienso crea un ambiente de pureza y limpieza que sirve de ofrenda a Buda y permite la conexión espiritual con dios, la naturaleza y nuestra propia esencia.
Medida de tiempo.
En la novela “Memorias de una Geisha”, cuando un cliente llegaba, la encargada del salón de té encendía una varita de incienso y al terminarse, encendía otra. De esta forma podía calcular la tarifa que tenía que cobrar al cliente, en función de la cantidad de inciensos consumidos.
El incienso llega al Japón a través de la religión budista. Sin embargo, el método más habitual para medir el tiempo en los templos budistas era por medio de los llamados relojes de incienso o sellos de incienso.
Para ello se utilizaba incienso molido en polvo que se colocaba sobre el suelo o sobre una superficie plana horizontal formando un dibujo con una plantilla. El dibujo se encendía en un extremo y se sabía el tiempo que había transcurrido en función de la cantidad de polvo quemado.
A mediados del siglo XIX, cuando se hace más frecuente el contacto con los occidentales, en muchos relojes de incienso se incorporan marcas que hace referencia a la cantidad de minutos pasados. Una media de tiempo que no era frecuente en la cultura oriental.
Para nosotros, el incienso es un elemento ornamental que nos ayuda a crear atmósferas, influidos de una manera u otra por la cultura oriental. No somos conscientes de la cantidad de usos que este producto ha tenido y tiene en la otra punta del mundo.